jueves, 19 de febrero de 2009

El 88% de los glaciares de la Península Ibérica desaparecieron en el siglo XX


A comienzos del siglo pasado, los glaciares de la cadena pirenaica ocupaban una superficie de 3.300 hectáreas, pero cien años después la extensión se había reducido hasta las 390 hectáreas, es decir, un 88 por ciento.

Según el libro "Datos sobre la nieve y los glaciares en las cordilleras españolas", editado por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, aproximadamente el 58 por ciento de la superficie glaciar de los Pirineos, unas 206 hectáreas, están en la vertiente española y son los glaciares más meridionales de Europa.
La primera medición que se hizo de los glaciares españoles la efectuó, entre 1880 y 1894, el geógrafo francés F.Schrader, cuyos estudios concluyeron que estas extensiones de hielo ocupaban una superficie de 1.779 hectáreas.
Cien años después de las primeras mediciones de Schrader, en torno a 1980, los glaciares y heleros del Pirineo español ocupaban sólo unas 600 hectáreas, que en 1993 se habían reducido hasta 470 y en 2002 a 280, el 84,2 por ciento menos en sólo 108 años.
La desaparición de estos glaciares ha sido consecuencia de un proceso de degradación muy importante y acelerado que ha afectado especialmente a los más pequeños, que, o se encuentran en "un estado crítico" o se han extinguido ya, puntualiza el libro.
Las zonas del Pirineo central español en las que aún quedan glaciares activos pertenecen, de oeste a este, a las cuencas hidrográficas de los ríos Gállego, Cinca, Ésera-Garona y Noguera Ribagorzana.
Las alturas máximas de los conjuntos montañosos, en concreto de los seis macizos que alojan estos glaciares, superan los 3.000 metros, aunque sus diferentes formas, emplazamientos y orientaciones dan lugar a una distribución irregular del área.
La mayoría del hielo glaciar español está en el macizo Aneto-Maladeta, que concentra el 56 por ciento de masa glaciar (116 hectáreas); el cuarenta por ciento restante se reparte entre los macizo de Monte Perdido (38 hectáreas), Posets (25 hectáreas) y Picos del Infiero (20 hectáreas).
El resto de los glaciares se reparten en pequeñas extensiones, como en los macizos de Viñemal y Besiberri, que apenas reúnen el tres por ciento.
Los antecedentes más lejanos de estos glaciares se encuentran en las grandes glaciaciones cuaternarias que, durante el Pleistoceno (hace 2,5 millones de años), afectaron a amplias zonas del planeta como las áreas montañosas de la Península Ibérica.
El último de estos periodos, denominado Würm, dejó en la vertiente española de los Pirineos unos potentes mantos de hielo que cubrieron las zonas más elevadas de la cordillera y emitieron poderosas lenguas glaciares (de cuarenta kilómetros de longitud, tres de anchura y más de 600 metros de espesor en algunos casos) que confluían en los valles situados a 900 metros de altitud.
Con el paso de varios millones de años, estos glaciares han visto mermada su superficie pero, lamentablemente, su degradación o extinción se ha concentrado en el último siglo.
La regresión glaciar actual tanto del Pirineo como del resto del mundo es consecuencia del progresivo calentamiento global y del cambio en el régimen de las precipitaciones, puntualiza el libro.
Y lo peor es que, parece evidente que, si no cambia esta tendencia, "este siglo que ahora comienza puede ver (quizás dentro de algunas décadas) la total o casi total extinción de las últimas reservas de hielo del Pirineo español y, por tanto, una importante modificación del actual paisaje de alta montaña", concluye el libro.


Fuente: www.adn.es

La NASA estrellará una nave en la Luna para determinar si hay agua helada


Se trata de una de las primeras misiones dentro del plan de la NASA para el retorno del ser humano a la Luna e iniciar el establecimiento en el satélite hacia 2020


La NASA pone a punto su misión para encontrar agua helada en la Luna por un procedimiento novedoso: estrellar una nave y analizar después la "humareda" provocada en el satélite. Se trata del proyecto LCROSS (Satélite para la Observación y Detección de los Cráteres Lunares), que ya ha sido enviado por su fabricante, Northrop Gruman, hasta el Centro Espacial Kennedy, en Florida para su lanzamiento esta primavera, a primeros de abril.
La misión primordial del satélite es la búsqueda de agua helada en la Luna, concretamente en un cráter permanentemente oculto cerca de uno de los polos. LCROSS es un satélite de bajo coste y rápida construcción, que realizará su misión junto al Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO). En el centro de lanzamiento, los dos aparatos serán integrados en un cohete Atlas V Centauro. Se trata de las primeras misiones dentro del plan de la NASA para el retorno del ser humano a la Luna e iniciar el establecimiento estable en nuestro satélite hacia 2020.
Según lo previsto, tras su lanzamiento, el LCROSS y la fase superior del cohete volarán hacia la Luna y entraran en una órbita que prevé el impacto contra la superficie. En la aproximación final, el satélite y el cohete se separarán. Será entonces cuando el Centauro se estrellará justo contra el cráter elegido para la investigación, provocando un destello de escombros que se elevará sobre la superficie.
Cuatro minutos después, el LCROSS pasará a través de esa columna de humo, recogiendo y enviando datos hasta la Tierra antes de estrellarse también contra la superficie lunar y crear un segundo penacho de escombros. Los científicos aprovecharán toda esa actividad en la normalmente imperturbable superficie de la Luna para determinar la presencia o ausencia de agua helada, un elemento clave para que el ser humano pueda establecerse en bases permanentes.

Fuente: www.adn.es