El Bardo dejó dos versos de advertencia "a quien mueva estos huesos" y los arquitectos temen su ira post-mortem.
La lápida donde están sepultados los restos de El Bardo de Avon, también conocido como el inigualable William Shakespeare, necesita un decapado, una exfoliación y un par de mascarillas para recuperar la lozanía. El problema es, por supuesto, la maldición: "Bendecido sea el hombre que no moleste estas piedras/Y que la maldición esté en el que mueva estos huesos".
La tumba está en la iglesia de la Santísima Trinidad, en la localidad británica de Stratford-on-Avon, lugar donde nació el escritor. Bautizado en abril de 1564 y enterrado 52 años después en esta iglesia, Shakespeare dejó escritas las dos líneas antes de morir.
Su advertencia ha mantenido la piedra intacta durante casi cuatro siglos pero ahora será rehabilitada como parte de las obras de arreglo general al que van a someter al templo.
Arquitectos supersticiosos
Ian Stainburn, portavoz de los arquitectos Stainburn Taylor, encargados de estos trabajos de reparación del templo, señaló hoy que los restos del escritor no serán tocados. "La lápida no se moverá -asegura Stainburn-, evitamos la maldición".
Pero el tiempo pasa por todos, incluído el Bardo. Quizá, cuando vea su lápida rejuvenecida contenga su mano y anule la maldición.
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